viernes, 4 de mayo de 2012

Aprender a consecuencia de necesidad


Estábamos muy cansadas después de un día llena de actividad en Florencia, y eran casi las 21:30 y todavía estábamos parados en una estación dos paradas antes de donde teníamos que coger el próximo tren a Barga, un pueblo pequeñito encima de una montaña en el norte de la Toscana.  No nos dimos cuenta de que difícil sería llegar a este pueblo cuando hicimos las reservas, pero hasta ahora, la gente, la casa, y la vista valían la pena.  Pero si no cogiéramos el último tren, quien sabe cómo íbamos a llegar a casa.  Ni uno de nosotros habló italiano, y aunque mi español nos había ayudado sobrevivido, no pensé que iba a rescatarnos de este problema. 

Afortunadamente, tenemos un amigo que está estudiando en Florencia que habla italiano, pero no estaba con nosotros.  Así lo llamamos y lo dimos el número de Antonio, el sólo conductor de taxis en Barga, que ya nos había conducido muchas veces.  A través de una cadena de llamadas, manejamos convencerlo recogernos en Lucca, 45 minutos de Barga por coche.  En la lluvia fuerte fuera de la estación de tren, celebramos con la llegada de Antonio, nuestro conductor (y amigo). 

Teníamos 45 minutos en coche con un hombre que no hablaba ninguna palabra de inglés.  Mi amiga y yo estábamos sentado al fondo de la furgoneta y no podía oírnos en nuestras esfuerzas de hablarle.  Convencimos a nuestro amigo al frente, que no tenía aun nuestro nivel de español, a hablarle.  De algo modalidad de movimientos, palabras españolas y altavoz, pusimos aprender los números italianos, muchas detalles de su familia y sus hijos, y el restaurante mejor de Barga. 

La noche entera fue una experiencia inolvidable, y al final aprendimos ni sólo que el español puede ayudarnos en muchos sitios, sino también que la natura humana se crea para comunicar y con paciencia y el deseo, sí es posible.

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