En una esfuerza para “aprovecharnos,” como tantas personas nos han dicho
desde el primer segundo de estar en Madrid, un grupo de estudiantes de
Middlebury fue a Segovia el sábado pasado.
No muy diferente de Toledo en su belleza y tamaño pequeño, lo que no visitamos en Toledo era un castillo. Mientras las iglesias y las catedrales
siempre son magníficas con su grandeza y detalles intrincados, faltan un toque
personal.
El Alcázar en Segovia era la residencia de muchos reyes antiguos, empezando
en 1122 (no tenemos fechas como ésta en los EEUU). Hay habitaciones enormes y extravagantes – no
puedo imaginar cómo sería dormir en camas tan lujosas, mirando en un techo de
oro o con una mural pintado por un pintor famoso. Los cuartos tienen caballeros en su armadura,
y balcones magníficos con vistas sobre todo el pueblo (pero muy protegidos).
Terminamos nuestra visita al Alcázar con la subida de la Torre de Juan II. De la encima, se da cuenta como grande es el castillo – el foso es cientos de metros debajo y el castillo extiende con muchas partes no incluidos en la gira. De aquí, nadie habría sido capaz de acercar el castillo de kilómetros sin que se vigilado. La vida de los reyes (en el tiempo del Alcázar y hoy en día) es una parte de historia que me interesa mucho, probablemente porque no lo tenemos en la historia de nuestro país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario